La orden la dio El marqués de
monasterio Alfonso Osorio de Moscoso. Agustín Ortiz de Villajos fue el
encargado de construir y proyectar el teatro María Guerrero de Madrid. Fue
entre 1884 y 1885, y se creó con capacidad para 550 personas. Se inauguro el 15
de octubre de 1885 con la obra “Muérete y verás” de Bretón de los Herreros y el
sainete “El corral de las comedias” de Tomás Luceño. De estilo neoclásico, se
llamó antiguamente teatro de la Princesa. Contó aquel día con la presencia de
la destronada Isabel II la Reina María Cristina. El teatro no pasó por muchas
manos antes de que el matrimonio formado por Femando Díaz de Mendoza y la intérprete
María Guerrero lo compraran el 20 marzo de 1908. Se convirtió en el centro de
las actuaciones de la actriz, estrenando obras de Jacinto Benavente, valle Inclán,
Pedro Muñoz seca los hermanos Álvarez Quintero o Benito Pérez Galdós. La pareja
tras perder una gran e importante cantidad de dinero, vive en la zona alta del
teatro, habilitada para ello. Fue su residencia hasta 1928, año en el que
fallece la actriz. En 1931, cuando el teatro toma el nombre de la intérprete,
es cuando comienzan a notarse los fenómenos extraños, como luces que se apagan
y encienden sin ton ni son y a destiempo. Pero todo ello cae en el olvido
durante la guerra civil española. El teatro María Guerrero permanece cerrado
por lo tanto hasta 1940, un año después de finalizar la contienda reabre sus
puertas. Pasó por las manos de infinitos directores teatrales incluido el gran
Adolfo Marsillac hasta que entre los veranos de 2000 y 2003 se realizan obras
de adecuación y remodelación en el local. Se rehabilita la cafetería, se crea
la sala Princesa en honor a su primer nombre y es cuando se oyen golpes en
mitad de la noche, y la maquina del café se enciende y expende café sola. Pero
la leyenda que más se oye y corre por sus pasillos y platea, es que se puede
ver la figura de la propia María Guerrero deambulando por el teatro, sentada en
el patio de butacas tras una función, o por los pasillos de la zona alta del
teatro, siendo los trabajadores actuales los que más hablan de ello. Realidad o
leyenda, larga vida y prosperidad a un teatro que perdura con el paso del
tiempo.
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