Leyendo el titulo de este
articulo, puede dar la sensación de ser un texto sobre cuerpos fusilados cerca
de este lugar en la guerra civil española, pero no. Esta leyenda pertenece al
Madrid de los años 60 del siglo pasado, y pertenecen también a la actualidad.
Tal vez, de todas las leyendas que circulan por la capital, esta es la más
negra, la más macabra, la más escalofriante. Me refiero al tratamiento que
reciben los cuerpos hacinados en el departamento de anatomía y embriología II
de la facultad de medicina de la Universidad complutense de Madrid. Una vez que
llegas al lugar, el olor a formol y a muerte invade tu sentido del olfato, tu
nariz, remueve tus entrañas. Mientras en el sector I, los cuerpos son tratados
con distinción y cuidado, en el sector II, los cuerpos esperan ser incinerados.
Las anécdotas son aterradoras. No se trata de un campo de concentración, o la
zona refrigerada, no es precisamente un lugar de orden y pulcritud, pero allí
están, cuerpos de personas que de manera altruista donaron su cuerpo a la
ciencia para ser estudiados. Dicen que los primeros golpes fuertes en la puerta
de la “macronevera”, o que las voces que surgen en el mas absolutos de los
silencios, se comienzan a oír a principios de 1991, cuando se instala el horno
crematorio, para la eliminación de los cadáveres. Cientos de cuerpos, en una
sala contigua, permanecen aún sin incinerar después de la jubilación de la
persona encargada a dicho cometido. ¿Son cuerpos de personas olvidadas?;
¿Tienen familia?. Algunos si, otros, no recibirían visita a un cementerio si
lapida tuvieran. Se calculan que pueden ser 250, pero el número puede haber
crecido desde 2014. El peor lugar es “el secadero”, miembros amputados están
mezclados y abandonados a la espera de ser quemados. Algunos pueden llevar allí
hasta 5 años, pero los responsables alegan que no pueden quemarse porque el
crematorio emite gases nocivos. Al llegar la hora de comer, o entrada la
madrugada, los responsables de seguridad de este centro educativo, temen hacer
su ronda. Explican algunos, que han tenido que darse de baja por desordenes del
sueño, ansiedad y ataques de pánico. Se comenta, que lejos de verse figuras
fantasmagóricas, o presencias inexplicables, estos vigilantes oyen voces,
caídas de miembros al suelo, o golpes muy fuertes. Desde 2014, esta leyenda
corre por toda la facultad, y no ha caído en el olvido.
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